jueves, 27 de febrero de 2014

A volar

Hoy ha sido un día de locos. Es lo primero que quiero comunicar. 
Mi madre me llevó al aeropuerto, y ella, Fer (su nuevo novio) y Helena me ayudaron a facturar la maleta y me despidieron. Helena se va mañana a Londres, y estaba muy emocionada. Justo lo contrario que yo. Me pregunto cómo podemos ser mejores amigas. Una vez abandoné a mi madre, comenzaron los temblores en las manos. No los podía controlar, así que no traté de hacerlo, y llegué como un flan a la sala de embarque. Nunca había visto a tanta gente distinta junta. 

Mi vuelo era pequeño y muy peculiar. En la sala de embarque, al fondo había una mujer de bonitos ojos verdes y perfiladas cejas. Supuse que era modelo. A su derecha había un hombre calvo de aspecto descuidado, con una mochila marrón que parecía apunto de romperse. Después había pequeños grupos de gente sentada en círculos y charlando: familias pijas, una pareja rubia de aspecto extraviado; una choni de primera con media barriga descubierta, acompañada de dos chicas más; y una abuela con su nieto. Me senté al lado de la abuela, quien no pareció percatarse de mi presencia, porque estaba demasiado concentrada en su nieto. Saqué un libro para leer, y justo cuando iba a empezar un nuevo capítulo, una chica de voz aguda nos pidió que formáramos una fila para entrar en el avión. Por supuesto, fui la última. 

En el avión me tocó ir entre la modelo y el padre de la familia de los pijos. El vuelo hasta Berlín, donde pasaría una noche para poder coger mi avión a Bucarest, la mañana siguiente. El viaje se me hizo un poco pesado, pero no me dio vértigo volar ni nada de lo que pensaba. Tan sólo se me taponaron los oídos al despegue, y el padre me dio un chicle de fresa, con un envoltorio de corazoncitos. Tal para cual. En el avión nos dieron el almuerzo. La modelo pidió un sandwich vegetal y una botella de agua; y el padre no quiso almorzar. Yo pedí un sandwich mixto y un café de vainilla, pero no tenían café de vainilla, así que me conformé con una cocacola. No sé por qué se quejan de la comida de los aviones, tampoco está tan mala. Una vez terminado el almuerzo, retomé mi lectura, y me olvidé de que estaba en un avión. Entonces me entró un poco de nostalgia, que fue aumentando hasta que, cuando entré en el hotel de Berlín, me harté de llorar. Creo que no hace falta dar más detalles. 

Ahora estoy sentada en la habitación, y me he perdido el desayuno del hotel porque me he levantado a las doce. He terminado de recoger mi maleta y mis cosas, y supongo que tendré que ir a comprarme algo para comer antes de que salga el avión. A ver si me pasa algo interesante en el supermercado (con suerte, entenderé lo que estoy comprando)(No sé alemán jejeje). Ahora recuerdo el último consejo de mi madre: diviértete. 
Intentaré hacerle caso. 

martes, 25 de febrero de 2014

Café con vainilla.

   Hoy ha sido un día... insustancial, como diría Helena. No he hecho gran cosa. Esta mañana me levanté y mientras me tomaba un café con vainilla (espero que en Rumanía tengan vainilla, por que yo sin ella no soy persona), miré más fotos del pueblo donde me quedaré.
Se llama Bran, y no es muy grande. Parece el típico pueblo de cuento. Tiene un castillo en una pequeña montaña que hay al lado, y, según cuentan, allí vive una familia de vampiros. Lo que me faltaba, tener que convivir con chupasangres. También he hablado con la familia con la que me quedaré. Parecen buena gente. La mujer me recuerda a mi madre, es muy cariñosa. La típica mujer mayor con mofletes gorditos y mirada soñadora. El hombre me recuerda al cazador de Caperucita, no me preguntéis por qué. Y tienen una niña pequeña, de unos 10 años, rubia y pálida. Prototipo de vampiro, de esas que dan miedo. Nos hemos estado enviando fotos y me han contado que también va a haber otro chico en la casa. Tengo curiosidad de saber quién es, espero que no sea el típico que después de ver Crepúsculo se le va la olla y de verdad se cree que existen. Vamos, como Helena pero en masculino.
Por la tarde, fui a casa de mi madre a por la maleta. Al final me había comprado una maleta preciosa, de un color azul grisáceo. No es nada llamativa, justo lo que quería. También me preocupaba que no me cabieran las cosas para tantos meses fuera, pero es bastante grande. Sabía que sería buena idea dejar las cosas de viajes a mi madre. Después llegó su nuevo novio, y yo me fui a mi casa, no quería molestar.
Y ahora estoy aquí, escribiendo. No se, de pronto me han entrado ganas de viajar. Supongo que cuando me duerma con mi pijama calentito, se me pasará.

domingo, 16 de febrero de 2014

Días grises.

La verdad es que ya se me ha ido el subidón. Hoy es uno de esos días que más odio. Para empezar es domingo. Ese es el principal motivo. El segundo es que ayer prácticamente no dormí. Sí, ese es un motivo importante. Mejor empiezo explicando por qué. 
Ayer me llevé toda la mañana leyendo sobre Transilvania, cultura, lugares que visitar...En fin, cada cosa que veo, peor. No, no estoy preparada para viajar. Nunca he viajado, y lo cierto es que lo más apropiado para tu primer viaje no es irte sola a Transilvania. 
Por la tarde fui a mirar maletas, para pasar el rato. No pensaba comprarme ninguna. Miré un montón de maletas. No sabía que había tantos tipos: millones de gamas de colores chillones repartidos por una tiendecita del centro. Cada maleta que miraba me gustaba menos. Fui a otra tienda: una de segunda mano, en la que suelo comprar tonterías. Al fondo de la tienda había unas cuantas maletas, un poco viejas, pero aprovechables. Lo que más me gustó fue que eran muy discretas: todas grises. Perfectas para mí. Pero, sin embargo, no me compré ninguna. 
Cuando volví a casa, llamé a mi madre, y se lo expliqué todo. Ella se ofreció a venir conmigo a comprarme una maleta. Le dije que si podía comprarla ella sola. Sé de sobra que suena súper egoísta, pero es que no quiero ir a comprarla. Después de llamar a mi madre, me tiré el resto de la tarde leyendo. Cené más bien poco, y me fui a la cama. Y ahí viene la cuestión: no me pude dormir hasta bien entrada la noche, y me desperté varias veces por las pesadillas. No me acuerdo con qué soñé, pero fue horrible. 
Esta mañana he recogido un poco la casa, y he visto la tele. Ni siquiera me he cambiado, sigo en pijama. Yo no quiero abandonar España. No quiero irme de mi casa, no ver a mis amigos, ni a mi familia. No quiero no poder desayunar en el café que hay debajo de mi casa, ni no poder reírme de las cosas tan estúpidas que venden en algunas tiendas. Quiero seguir leyendo libros en la biblioteca, y soñar con sacarme el carnet de conducir en la escuela que hay cerca de la Facultad. Todo esto está aquí, y...  ¿quién sabe que desaparecerá cuando me vaya? ¿Qué me perderé? Sigo mirando el cielo, con nubes grises que se mueven demasiado deprisa. 
Ni siquiera sé para qué me apunté. Fue un error, lo sé. Pero mi madre siempre dice que de los errores se aprende. Espero que tenga razón. 

miércoles, 12 de febrero de 2014

La listas del Erasmus.

Ayer me levanté temprano para ir a la Universidad. En estos años he aprendido que no puedes llegar con el tiempo justo, y menos si es para ver las listas de clase o las notas de Selectividad. Entré en el ascensor y le di unas diez veces al botón de la tercera planta, y el ascensor ni se movió. Hasta que se me ocurrió la brillante idea de levantar la vista, y me encontré con un cartelito en el que ponía "ascensor estropeado, usar escaleras". Subí corriendo lo más deprisa que pude, pasé por el primer pasillo y giré a la izquierda, y me encontré a una docena de personas delante del corcho. Genial. Me había levantado tres cuartos de hora antes para nada, y todo esto por querer subir en ascensor.

Esperé un poco a que la gente se fuera apartando, y me lancé como una loca a buscar donde me había tocado ir. Lago, Lago, Lago... ¡aquí está! Ah, no, ahí pone Lugo -busqué mi apellido en la lista de Tenesse, después en la de California, en la de Londes y hasta en la de Irlanda, y mira que no la había apuntado siquiera como opción. Terminé de leer todas las listas. ¡Es imposible que no me hayan incluido! -pensé. De repente ví una lista, debajo de las listas y los horarios. Y en esa lista me encontré. En la parte de arriba ponía Transilvania. No me lo podía creer.

Fui corriendo al despacho de mi antiguo profesor, que era el encargado de organizar las becas Erasmus, para que me diese una explicación de por qué me había tocado ir a Transilvania. Antes de que al pobre hombre le diese tiempo a responder, pasó el decano de la Universidad, que me reprochó que las becas estaban hechas para estudiar y para aprender nuevas culturas, no para irse de fiesta, y que aunque hubiese sido la quinta opción que puse tenía mucha suerte, y que me podían retirar la beca... Me disculpé y me fui andando a paso ligero a casa. Tenía que salir de allí. Iba a pasar mucho tiempo fuera, y encima en una ciudad lejana (porque Rumania está bastante lejos) que no conocía para nada. Poco a poco he ido asimilando que el viaje no va a ser lo que yo esperaba, pero no voy a perder la esperanza, por lo menos no todavía. Esperemos que todo salga bien.

Esta tarde he estado hablando con Helena. Está super contenta porque le ha tocado ir a Londres. Se ha pasado todo el día buscando fotos de la residencia en la que va a vivir, buscando la previsión del tiempo, y creo que hasta tiene una lista con los mejores restaurantes y tiendas cercanas al piso. Se ha reído cuando le he dicho que yo voy a visitar a mis amigos los vampiros de Transilvania, y hemos acabado las dos riéndonos y rodando por el suelo. Lo mejor es una buena amiga y lo demás son tonterías.

lunes, 10 de febrero de 2014

Hola, soy Abril Lago, estudiante de la Facultad de Antropología de la Universidad de Madrid. Después de intentar crear dos blogs de recetas de Cupcakes y otro del viaje de fin de curso que hicimos en primero de bachillerato, este es el primero que puede considerarse un blog, o eso espero. Voy a intentar escribir mucho todos los días, a ver cómo me va. 
Mañana ponen las listas del Erasmus. Al principio no quería ir (no he viajado mucho a lo largo de mi vida, apenas salía de Galicia), pero mi amiga Helena me ha convencido. Tiene muchas ganas de ir a Tennessee, porque han dicho que es uno de los destinos. A saber qué mas hay... La verdad es que no sé a donde me gustaría ir, pero estaría bien ir a Londres, o por supuesto a Los Angeles, o a California,ya que todas mi amigas han ido y se lo han pasado genial. Normal, todo el día en la playa, bronceadas, han venido con un morenito...